A menudo las personas creen que las diferencias de comportamiento entre individuos son naturales, que se deben a una base genética. No obstante, no hay más que ver a los hermanos que, criados en las mismas condiciones, son tan diferentes a pesar de ser tan parecidos genéticamente. Incluso los gemelos criados en las mismas condiciones no se comportan de la misma manera, por lo que una cosa queda clara: la genética no determina la conducta. No obstante, si observamos el caso de gemelos que, siendo separados al nacer, terminan desarrollando comportamientos parecidos, podemos sospechar que la genética sí que influye de alguna manera.
La psicogenética busca conocer estas influencias genéticas sobre la conducta, tanto normal como patológica. Sin embargo, dado que no se trata de un determinismo genético, también trabaja con las influencias ambientales y sobre cómo éstas interaccionan con los genes.
Cuando la psicología comenzó a consolidarse como ciencia, las explicaciones sobre la conducta eran completamente ambientales, fruto del conductismo. Durante el siglo XX la psicología ha avanzado mucho en el campo de la biología, reconociendo, entre otras cosas, la importancia que los genes pueden tener en la conducta. No obstante, es importante remarcar que, aunque en un principio muchos hablaron de determinismo genético, ninguna conducta normal se debe únicamente a genes concretos. Por lo tanto, debemos ser muy escépticos cuando el titular de una noticia o bien una persona hacen referencia a que una determinada conducta se debe a que tiene unos genes concretos. Por ejemplo, en ocasiones algunos titulares anuncian erróneamente que se ha descubierto el gen de una conducta (pongamos el gen de la pereza), cuando en realidad los científicos detrás de esa investigación probablemente hayan descubierto un gen que influye de alguna manera en los comportamientos perezos. Tampoco es raro escuchar a otras personas decir cosas como "Ha heredado la seriedad de su padre", como si los comportamientos pudieran heredarse genéticamente. Por ello, debemos ser críticos en estos temas y reconocer hasta qué punto son verdad.
Los genes nos dan una predisposición, una probabilidad base de desarrollar un tipo de comportamientos u otros, pero será el ambiente, al que estamos expuestos toda nuestra vida, quien nos empujará en una u otra dirección. Esta predisposición no sólo debe considerarse para la conducta normal, sino también para la patológica. Por ejemplo, genéticamente tenemos mayor vulnerabilidad a unas patologías que a otras, aunque el ambiente de igual manera será decisivo en su desarrollo (salvo algunas enfermedades específicas). Es el caso de la enfermedad llamada fenilcetonuria, que se presenta junto a un retraso mental. Si la persona afectada sigue una dieta libre de fenilalaninas desde el nacimiento, evitará el desarrollo del retraso mental.
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